A DÓNDE vamos, y a QUÉ? La experiencia como nuevo producto turístico.
El producto turístico convencional esta sufriendo un cambio considerable en su conformación. La creciente competencia, la necesidad de diferenciarse y la demanda de nuevas experiencias por parte del turista, ha hecho exprimir algo la imaginación del empresario para vender un paquete atractivo, creíble y vendible.
El producto estándar basado en la localización geográfica, el de ciudad, monte o playa, ha ido evolucionando hacia la oferta de una experiencia o actividad. El DONDE sigue siendo el principal reclamo, pero la diferencia es ahora el QUE.
Las experiencias; la aventura, la gastronomía, la naturaleza, la salud o el shopping han dejado de ser atractivos anexos de cara al turista que llega a conocer un enclave, para acabar siendo en muchos casos el principal reclamo o motivación del turista. Hay ocasiones en las que no importa tanto el DÓNDE como el QUÉ. El turismo gastronómico, el sinfónico, de aventura o el familiar. Lo interesante es vivir la experiencia, sea cual sea igual el destino. Dónde, cómo o cuándo son aspectos a decidir después.
Principalmente para aquellos destinos cuya ubicación geográfica no sea en si un atractivo, la creación de la experiencia única ha sido el leitmotiv al que aferrarse para lanzarse a la conquista del mercado turístico.
De estos nuevos productos “fabricados“, destaco dos característica peculiares.
En primer lugar la necesidad de que los productos sean fruto de la unión de fuerzas de los establecimientos de la zona, gestionados y desarrollados bajo criterios sostenibles, empresariales, esto es, cuyo motor principal sea privado. Es decir, que yo puedo vender un destino ideal para el turismo de deportes de invierno, si tengo una oferta adecuada de alojamientos, restauración, e instalaciones deportivas, tiendas y comercio asociado a la actividad. El paquete que debo de vender como destino sera un conjunto en el que deberá haber una oferta coordinada y atractiva.
La segunda es que el mejor conocedor del producto es el nativo. Pero hay atractivos esenciales que el propio nativo ignora como reclamo, o no los percibe como tal, y son los foráneos quienes lo descubren y quienes lo ponen en valor. Ocurre en el fenómeno turístico que quien mejor detecta el potencial de una zona es el propio turista, antes que el residente, para el cual la excelente gastronomía, el clima tropical o los paisajes verdes son parte de su día a día.
El trabajo de los profesionales de la promoción turística esta en concienciar al tejido empresarial de una zona sobre el potencial turístico y ayudarlo a ponerlo em valor, paquetizarlo y crear un producto que pueda explotar. Eso es comarketing y cogenerar negocio y riqueza.
Antes de que venga otro y lo haga por nosotros, claro…
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