YA NO HAY TANTA CARNE EN FITUR

Algo ha cambiado. Algo está pasando, que los presentes en FITUR la semana pasada hemos sido testigos de aquel dicho de “menos samba, y más trabahá”.

El ambiente que se ha respirado este año, en general, ha sido mucho más austero en el ámbito profesional. Menos pandereta, menos FRITUR, menos salseo y muchísimo menos regalo promocional. Se acabaron los visitantes senior saliendo de la feria con docenas de bolsas llenas de regalos valiosísimos como bolígrafos, libretas y folletos a todo color. Equipos de profesionales desocupados perfectamente organizados y entrenados para copar las salidas de los caterings, codazos, bloqueos y emboscadas al camarero que sostiene la bandeja. Brazos entrenados para abalanzarse por encima de los hombros de los asistentes con zarpas provistas de ventosas en busca de atrapar un canapé o, mejor aún, una croqueta o cocreta, como se le conoce en el argot. No, no ha habido  tanto de eso, tampoco se ha echado en falta. Sigue existiéndolo, porque allá donde haya un evento donde haya colas, y algo gratis, habrá un senior con chaqueta de pana al acecho, por si cae algo.

Es cierto que determinados países, especialmente los sudamericanos, cuyo folclore es especialmente representativo, han dado música y color a la feria, y las comunidades autónomas han empleado sus bazas tradicionales como reclamo al visitante. Pero esto ya no es lo de antes. “Aquí la gente ha venido a currar”, me decía un compañero sorprendido. Pues no me parece mal, que al final, FITUR se ha convertido en un referente donde hay que estar porque sí, y muchas veces uno se pregunta si hay que estar por alguna razón más contundente, porque conocernos, ya nos conocemos todos, la mecánica es la de siempre y la novedad este año estuvo en ver las barbas blancas del príncipe.

Sin embargo, en el fondo, tenemos que celebrar la inquietud con la que el sector vive estos días de cambios, de esta era tecnológica, de la información democrática que sacude el modelo tradicional de la comunicación unidireccional a favor de otro más abierto al diálogo, en el que más que nunca se pone en valor la experiencia y la opinión de los otros.

Celebramos la actitud receptiva de los destinos turísticos, cada vez más preocupados en las nuevas formas de comunicar. De escuchar propuestas y aportar conocimiento y medios para investigar en la segmentación y captación de nuevos nichos de mercados. Mucho trabajo, mucho ánimo de innovar, de buscar fórmulas que optimicen la inversión y los resultados.

Celebramos que por fín se comienza a ver una preocupación sana. Que se acabó la espera pasiva angustiosa a que pase la crisis. No va a llegar el final. Hace falta acción y movimiento para reactivar y potenciar un sector que goza de buena salud. Fuera fritangas, y souvenirs, eliminamos gastos superfluos. Vamos a sentarnos a trabajar y generar negocio.

Pero no todo iban a ser buenas noticias, claro está. Ya no hay tantas tias buenas en los stands. El muslo y la pechuga han disminuido en cantidad, han dado paso al traje y chaqueta, una vestimenta formal, para decepción de los curiosos y mirones. Aunque mención especial hay que hacer a Melilla y su magnífica puesta en escena en la feria: Esas formidables mozas en bikini en la playa artificial simulada, que proporcionaron al stand de Navarra, situado justo en frente, las ansiadas vistas a la playa que echamos en falta los meses de verano. Enhorabuena a todos los navarros  por la ubicación de su stand y las panorámicas de las que lo disfrutaron los que allí estuvieron por unos dias. Como me dijo un amigo argentino, “las cataratas estan en Brasil, pero las mejores vistas las tenemos nosotros”.